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27 de junio de 2008El Comercio

Y si no entienden las guías

Tendencias teóricas contemporáneas en educación, y la misma legislación peruana, señalan la importancia de incluir a los padres en la educación escolar de sus hijos. De acuerdo con esta orientación, el Gobierno lanzó esta semana el «Manual para padres».

En dicho documento se incluye información sobre lo que los estudiantes deberían saber a diferentes edades y se dan recomendaciones a los padres para que contribuyan a los aprendizajes de sus hijos en comunicación, matemática y desarrollo personal. Adicionalmente, hace pocos meses el Ministerio de Educación elaboró reportes individualizados de los resultados en matemática y comunicación, dirigidos a los padres de los estudiantes de segundo grado que resolvieron la Evaluación Censal de Estudiantes a fines del 2007.

Los anteriores documentos están orientados a mejorar el rendimiento de los estudiantes, que como se ha visto recientemente, de nuevo, es insuficiente. En la última evaluación realizada por la Unesco en comunicación, matemática y ciencias en tercer y sexto grados de primaria, se encontró que los estudiantes peruanos se ubicaban en el promedio regional en una de las pruebas y debajo del promedio en las otras cuatro, aunque nunca en último lugar, entre 16 países de América Latina.

Los resultados sugieren patrones similares a los de otros estudios, como que el rendimiento escolar se asocia estrechamente a la zona de residencia de los estudiantes. Así, la brecha de rendimiento entre estudiantes urbanos y rurales, a favor de los primeros, es más grande en el Perú que en cualquiera de los otros países evaluados. Como se recuerda, la pobreza en el área rural de nuestro país es mayor que en la urbana. De esta forma, el Perú se presenta como un país con bajo rendimiento promedio y con alta inequidad educativa. Esto sugiere que la educación peruana no está sirviendo al propósito de atenuar las diferencias socioeconómicas familiares entre estudiantes que acceden al sistema educativo.

En este sentido, materiales educativos orientados a los padres de familia, tan valiosos como los mencionados pudieran ser, podrían incrementar las ya hondas diferencias en rendimiento entre estudiantes urbanos y rurales. Esto sucedería porque los padres de familia con ningún o pobres niveles de comprensión de lectura –esos que se quiere mejorar en los estudiantes– seguramente serán los que menor provecho saquen de los materiales y los que tendrán limitadas posibilidades de ayudar a sus hijos a aprender. Al respecto, un estudio recientemente publicado por la investigación de largo plazo Niños del Milenio encontró que a menudo los padres de familia de escuelas públicas no conocen cómo funcionan la enseñanza y el aprendizaje en el aula (www.ninosdelmilenio.org/pol_documentos.shtml).

Este desconocimiento es mayor en hogares de mayor pobreza. Por ejemplo, una madre de familia relató que se enteró de que su hija había repetido de grado recién al inicio del siguiente año escolar, cuando debía volver a matricularla; esta madre se quejaba de no haber sido informada de la situación con anticipación por el docente o director.

Otros padres de familia se lamentaban, en este mismo estudio, por no poder ayudar a sus hijos con tareas o exámenes, pues ellos mismos no conocían los temas escolares asignados. Así, el estudio recomienda desarrollar mecanismos para mejorar la comunicación entre la escuela y la familia.

Sería importante monitorear la utilización de las guías mencionadas para que se evalúe si ayudan a mejorar el rendimiento de los estudiantes sin aumentar la ya alarmante inequidad. Además, sería conveniente fomentar relaciones de colaboración entre padres y madres de familia con docentes y directores alrededor de los aprendizajes de los estudiantes, aunque incidiendo en aquellas familias que viven en áreas rurales o de pobreza extrema. Implementar esas medidas de forma simultánea parecería ser una mejor alternativa que limitarse a producir materiales o programas dirigidos exclusivamente a los padres.