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31 de agosto de 2015La República

Reflexión de Jorge Bruce sobre resultados de la evaluación de impacto de Sinfonía por el Perú, realizada por GRADE

Se nos viene el Niño, la Hija, el Flautista de Hamelín, el Hablador, el Bebedor y una serie incomprensible de pitufos carnívoros, aguardando su oportunidad. Seguro estoy siendo injusto con alguno, pero es uno de esos días. Como si eso fuera poco, la operación “Lava Jato” en Brasil amenaza con llegar a los “Jatos” políticos peruanos. Las vacas flacas despuntan en un horizonte sombrío que el economista Bruno Seminario, entrevistado por Ana Núñez para La República, calcula que durará una década. ¿Saben qué? Mejor hablemos de otra cosa, siguiendo el verso de Kavafis que da título a esta nota.

Leo un artículo de Juan Diego Flórez (“El poder de la música”) en El Comercio y siento un ramalazo de esperanza. El proyecto Sinfonía por el Perú, dirigido a niños procedentes de familias de muy escasos recursos, ha sido evaluado por GRADE y los resultados son espectaculares: la creatividad de los niños que participan en este proyecto, en quienes, como lo dice uno de ellos en la página web del proyecto, se siente el espíritu de la música, aumenta en un 20%. La violencia psicológica en sus familias, henchidas de orgullo por los logros de sus hijos, se reduce en un 46%. La física, en un 26%. Asimismo, y aquí termino con las cifras, las labores que no aportan al desarrollo de los niños en el hogar se ven reducidas en un 100%. En suma, los indicadores no son favorables: ¡son fantásticos!

Este sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles es, pues, un aporte extraordinario, una apuesta por el futuro del país, más allá de tanta demagogia y retórica. Ya hay 2.000 niños integrando orquestas, big-bands y talleres de luthería. Entren a la página www.sinfoniaporelperu.org y cuando vean a esos chiquillos empuñar su violín o su oboe entenderán de inmediato lo que esto significa. No me sorprenden los resultados hallados por GRADE, pues hace tiempo estoy persuadido del poder de la música que invoca Juan Diego Flórez, que, como Gastón Acurio, sabe que devolver a tu comunidad es el acto trascendente por excelencia.

Nos preocupa con razón la violencia y la inseguridad en nuestras calles. Pues vean cómo se reducen los índices de agresividad y aumentan los de creatividad en esos churres, como se dice en el norte del Perú, donde crecí. Igualmente verán la inmensa mejora en la eficiencia escolar de esos niños que integran coros y orquestas.

Pero sobre todo presten atención a sus miradas de confianza y alegría. Sin necesidad de tanto indicador comprenderán que no todo está perdido. Que, como dice Kavafis, hablando de nuestras vidas: “No la envilezcas nunca en contacto excesivo con el mundo, con una excesiva frivolidad”. Más bien apoyemos estos proyectos de una vida mejor, en donde miles de chicos y jóvenes aprenden, como dice el tenor con su tono de voz inconfundible en el video, a dar y recibir, a compartir, a ser ciudadanos.

Por último, los invito a donar lo que puedan para que esta idea, esta realidad, nos permita avizorar un futuro en donde la música sustituya el ruido de los disparos, las bocinas y los discursos huecos.