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30 de septiembre de 2011Perú Económico

Los ingresos en el país, menos desiguales

En las elecciones de 1939 participó menos del 10% de la población total. En 1940, según el censo nacional, el 57% de los peruanos mayores de 15 años de edad no fue la escuela y menos del 5% pasó la primaria. En 1961, antes de la reforma agraria, el coeficiente de Gini para la concentración de la tierra era 0,94 (en que 1 es una total concentración).

Con estas cifras en mente, podemos dar cuenta de los cambios dramáticos que llegaron durante la segunda mitad del siglo XX. Ahora el acceso a la escuela primaria es casi universal y aproximadamente 80% de los niños se inscribe en secundaria a la edad que corresponde; la tierra está distribuida mucho más equitativamente, para 1994 el coeficiente de Gini de la concentración de la tierra había disminuido drásticamente, a 0,61. El cambio en el ámbito sociopolítico también ha sido enorme: al menos 57% de la población total del Perú participó en las elecciones presidenciales del 2000.

De este modo, los cambios en la distribución de los activos de las personas, como la educación y la tierra, tienen incidencia directa en los resultados de la distribución de ingresos. Por su parte, la mayor participación ciudadana en las elecciones sugiere un avance en su capacidad de influir en la dirección de las políticas. Así, parece suficientemente claro, entonces, que para el 2000, el Perú era menos desigual de lo que había sido cuatro décadas atrás. Sin embargo, seguimos siendo un país sumamente desigual.

Luego de las reformas estructurales

El “modelo económico” implantado en la década de los noventa, caracterizado por la apertura comercial, reducción de la actividad empresarial del Estado y promoción de la iniciativa privada, ha tendido a ser calificado, desde un punto de vista, como intrínsecamente generador de desigualdades. Frente a esta visión se contrapone otra que ve la mayor competencia en los mercados como un generador de oportunidades, complementado, mal que bien, por un Estado más enfocado en el área social y en la regulación, lo que ha permitido avances en la reducción de las desigualdades. Pero ¿qué nos dice la evidencia empírica? ¿Ha aumentado o se ha reducido la desigualdad luego de las reformas estructurales? Afortunadamente contamos con fuentes comparables desde finales de la década de los noventa para abordar las respuestas a estas preguntas.

La medida más estándar de la desigualdad, aunque no la única, es el coeficiente de concentración o coeficiente de Gini. El gráfico adjunto presenta la evolución de este indicador entre 1997 y 2009, el cual sugiere que, luego de las reformas de los noventa, la desigualdad de los ingresos familiares disminuyó en el Perú. En efecto, durante este período, el coeficiente de Gini del ingreso familiar per cápita bajó en 13%, de 0.54 a 0.47. Este declive se acentúa más y adquiere significancia estadística en el período de crecimiento del 2001 al 2009, por encima del declive registrado en otros países de la región, donde la mayoría ha observado una significativa reducción (López-Calva y Lustig, 2010).

Otros indicadores de desigualdad apuntan hacia la misma dirección. Así, la participación de los ingresos de los dos quintiles más pobres en el ingreso total se ha incrementado de 10,5% a 13% en el mismo período. Consecuentemente, el ratio del ingreso promedio del quintil más rico en relación con el más pobre se ha reducido.

Por lo demás, los datos confirman la naturaleza fuertemente desigual de la distribución del bienestar en el Perú. Al final del período poco más de la mitad del ingreso total de los hogares y poco menos de la mitad de su gasto total se concentran en el quintil superior. En el otro extremo, el quintil inferior representa apenas el 5% de los ingresos y alrededor de 7% del gasto.

Una crítica frecuente de estos estudios, que se elaboran sobre la base de encuestas de hogares, está en que no captan bien los ingresos de los más ricos. Esta crítica es válida no sólo para el Perú, sino también para todos los países que usan estas fuentes, que son casi todos los países. Sin embargo, cuando se ajustan los datos para disminuir este problema, la tendencia resulta la misma: la desigualdad ha declinado en la última década.

¿Qué factores explican la desigualdad?

El análisis subraya que la educación y el área de residencia (urbana/rural) son los principales factores que explican diferencias de ingresos entre individuos. Más aún, nuestro análisis indica que el área de residencia juega un rol mucho mayor para explicar el patrón de desigualdad que el sugerido por estimados para períodos anteriores. Esta nueva evidencia revela la importancia considerablemente mayor que parece haber adquirido la dimensión espacial para explicar la desigualdad, lo que sugiere prestarle mayor atención. De este modo, las diferencias entre regiones están jugando un rol importante en la desigualdad a nivel nacional.

Dentro del análisis del mercado laboral, se encuentra que los retornos a la educación se han mantenido estancados debido a que la oferta de trabajadores semicalificados (aquéllos con educación secundaria) y calificados (con educación postsecundaria) aumentó más rápido que la demanda. Por otro lado, el logro educativo de la fuerza laboral (número de años de educación) ha venido creciendo, en buena parte gracias a la inversión pública durante los últimos cuatro decenios; sin embargo, existen preocupaciones importantes acerca del deterioro de la calidad promedio de la educación y el posible empeoramiento de la distribución de la calidad de la educación en los próximos decenios.

La caída de los retornos a la experiencia ocurrió en el contexto de la transición demográfica hacia menores tasas de crecimiento poblacional. En efecto, la fuerza laboral del Perú está envejeciendo porque las cohortes jóvenes son más pequeñas. Los trabajadores jóvenes se han hecho relativamente más escasos porque son menos y porque las mejores condiciones económicas de las familias permiten que asistan a la escuela durante más tiempo y se preparen mejor para integrarse a la fuerza laboral.

Por el lado de la demanda laboral, las nuevas inversiones requieren de nuevas tecnologías, las favorecen la demanda de trabajadores más jóvenes, ya que éstos tienden a haber incorporado las habilidades necesarias, como destreza en el uso de computadoras, mientras que los trabajadores de mayor edad pueden tener habilidades tradicionales cada vez más obsoletas en el nuevo mercado laboral. Por lo tanto, parecería ser que los factores demográficos, junto con las fuerzas del mercado, hubieran tenido que ver con la disminución de la desigualdad entre los trabajadores jóvenes y de mayor edad, e inducido a una reducción en los retornos a la experiencia.

Por otro lado, el factor más importante para explicar la desigualdad es el retorno a vivir en zonas urbanas. La amplia brecha en el acceso a infraestructura y servicios explica la evolución de los retornos a vivir en zonas urbanas, a pesar de que en el período de expansión hallamos evidencia de mejoras. Así, las políticas han tendido a reducir la brecha entre las zonas rurales y urbanas, pero aún queda mucho trabajo por hacer en esta dirección.

Estos resultados proveen el punto de partida para el presente gobierno, en su afán de lograr mayor inclusión social. Su desempeño se juzgará frente a esta línea de base. El análisis sugiere tres áreas en las que se deberían enfocar políticas dirigidas a promover el crecimiento inclusivo: calidad de la educación, con énfasis en los segmentos de menor rendimiento (área rural); fomento de pequeñas empresas, y cierre de la brecha entre las zonas urbanas y rurales en el acceso a infraestructura y servicios. De manera más general, se requiere reducir la desigualdad de oportunidades en el acceso a servicios básicos, como educación y salud.