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9 de noviembre de 2007La República

Deslindes. Solo la (gran) propiedad privada salvará al Perú

El presidente García sorprendió a tirios y troyanos con un provocador artículo sobre el «síndrome del perro del hortelano» en el diario El Comercio. No discutiremos aquí las implicancias políticas (o de política) de la abierta toma de partido por el modelo económico neoliberal, donde nuestro futuro está atado a nuestras ventajas comparativas y a la apertura total al comercio, por parte de un Presidente que había prometido un «cambio responsable» que muchos interpretaron erróneamente como ciertas reformas al modelo económico vigente. Lo que queremos discutir es la base conceptual que el Presidente parece haber asumido en forma dogmática para formular tan controversiales ideas y propuestas al país.

El eje central del artículo se deja ver ya en el primer párrafo, donde el Presidente equipara la falta de titulación, o de derechos de propiedad, sobre nuestras viviendas como lo que estaría ocurriendo con todo el país y sus recursos. Sin propiedad, no invertimos y no tenemos incentivos para mejorar nuestra casa. El leit motiv del artículo es que los derechos de propiedad no estarían bien definidos no solo para nuestras casas, algo en lo que podemos estar de acuerdo, sino para una serie de recursos, como las tierras amazónicas, las tierras comunales en costa y sierra, el mar territorial, el subsuelo minero, el petróleo o hasta la educación básica para nuestros niños. Según Alan García, estos recursos, sin duda importantes para la economía, carecerían de derechos de propiedad privados y por ende no pueden ser puestos en valor en el mercado.

El artículo presidencial es abarcador y pretende ser consistente en la idea central, es decir, que solo la propiedad privada asegura que un recurso, cualquiera que este fuere, puede ser explotado racional y eficientemente por los agentes económicos. Cualquier otra opción de propiedad, ya sea de carácter colectivo o con participación o regulación estatal (como una concesión) le parecen absolutamente inservibles para promover el desarrollo económico y la sostenibilidad. Vemos aquí el tradicional y peligroso reduccionismo neoliberal que plantea que existe un solo y único modelo posible para generar los incentivos apropiados para el desarrollo económico, que es el de la propiedad privada individual.

Lo cierto es que la tendencia mundial no es hacia un modelo reduccionista y único de organización económica para la explotación de los recursos claves de una economía. Predominan en los países capitalistas desarrollados diversas formas de propiedad privada, mixta y colectiva, que generan en conjunto mejores condiciones de crecimiento y desarrollo sostenible que un solo modelo privatista extremo. En este, como en otros temas, el Presidente parece haber aprendido poco sobre las tendencias más importantes de la globalización, que no es ni fin de la historia ni modelo único privatista como llave del éxito.

La otra arista preocupante del artículo presidencial es su apuesta abierta y otra vez reduccionista solamente por la gran inversión, en desmedro de otras opciones ya sea de menor escala, como la producción campesina o formas de participación de pequeños productores organizados en cooperativas de comercialización o en alianzas y contratos equilibrados con empresas privadas para explotar en forma conjunta sus recursos. El Presidente se compra totalmente el discurso único y dogmático que sostiene que solo la gran propiedad salvará al Perú, en costa, sierra y selva, en aire, mar y tierra. Le falta conectarse, como lo hizo en su campaña electoral, con los procesos sociales y económicos emergentes en nuestro país, con experiencias de desarrollo tecnológico endógeno de pequeña escala en la sierra, con las exitosas cooperativas cafetaleras de la selva, o mirar a diversas formas de propiedad familiar y colectiva en espacios urbanos y rurales emergentes. Quizás el Presidente debiera dejar de almorzar tanto con ciertos grandes empresarios en busca de gollerías y visitar más los espacios nuevos y realmente emergentes del dinamismo económico que abundan en nuestra compleja y diversa sociedad.