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4 de junio de 2015On Think Tanks

María Balarin opina sobre las oportunidades y barreras de las mujeres profesionales en los think tanks peruanos

Nuestra investigadora principal y miembro del Grupo Sofía, María Balarin, conversó con el blog On Think Tanks sobre las dinámicas de género en los modelos organizacionales de los think tanks peruanos.*

¿Cómo se construye el pensamiento en torno a la participación y promoción de las mujeres en los think tanks? Una consideración esencial, anotó Balarin, es que este tipo de centros de investigación, en contraste con la academia por ejemplo, no tiene una política clara de ascenso profesional. La carencia de una trayectoria profesional estructurada y el hecho de que sus investigadores provengan de diversos tipos de formación, complejiza la identificación de los retos para alcanzar la equidad de género.

De acuerdo a la investigadora de GRADE, las intervenciones institucionales específicas podrían no lograr su propósito o ser insuficientes debido a las barreras de género dentro de los espacios laborales, en los think tanks y en general, con frecuencia manifestadas a través de comportamientos y actitudes sutiles. Estas barreras incluyen la valoración masculina de actitudes, comportamientos y juicios elevados de las trabajadoras que hacen manifiesto su rol como cuidadoras. Las mujeres que hablan abiertamente sobre sus responsabilidades como cuidadoras o que ajustan su horario laboral para poder responder a las demandas del cuidado doméstico, pueden crear una impresión de debilidad o de menor capacidad o compromiso. El problema con ello es que para las mujeres es casi imposible conocer hasta qué punto su desenvolvimiento como cuidadoras afecta la manera en que sus colegas las perciben. Es más, incluso aquellas mujeres que muestran cualidades usualmente asociadas con lo masculino y que son altamente valoradas en el mundo laboral, como asertividad, competitividad y dedicación al trabajo sobre cualquier otra cosa, deben manejarse con cuidado para no ser etiquetadas como complicadas, agresivas o autosuficientes.

En su estudio “Las mujeres en las Ciencias Sociales: reflexiones sobre el contexto peruano a partir de una revisión de la literatura internacional”, Balarin encuentra que, a pesar del creciente número de mujeres matriculadas en educación superior, aún existe una marcada sub-representación de las mujeres dentro de la academia y, en especial, un número reducido de mujeres en cargos de alto nivel. Esto no incluye a los think tanks, en específico, pero se trata de un hallazgo relevante debido a la fuerte relación entre este tipo de centros de investigación y la academia.

Así mismo, revela que las mujeres son seleccionadas o incentivadas a trabajar dentro de áreas relacionadas con temas “femeninos” y en labores administrativas. Balarin identifica una segregación horizontal y vertical de las mujeres y los hombres en la investigación. En primer lugar, una segregación horizontal a partir de ciertas áreas temáticas en las que las mujeres se concentran como arte, política social, humanidades y salud; mientras que los hombres se concentran más en áreas que tienden a ser más valoradas socialmente y mejor pagadas, como la economía y otras ciencias duras. En segundo lugar, una segregación vertical donde las mujeres logran más cargos administrativos de alto nivel pero de menor nivel de prestigio, autoridad, notoriedad y remuneración.

Una gran parte de la sub-representación de las mujeres en la academia se debe a mecanismos de género sutiles que afectan tanto la manera en la que las mujeres son valoradas en una organización como en la que evalúan su propio valor profesional. Estos mecanismos imperceptibles y con frecuencia tácitos muestran una preferencia por comportamientos “masculinos” en los que las mujeres no suelen ser incluidas. Una prueba de esto es que muchas mujeres son disuadidas de aplicar a ascensos durante las etapas iniciales de sus carreras, mientras que los hombres con frecuencia son motivados a hacerlo.

Así, la investigadora encuentra que el profesional ideal de la academia es aquel que exhibe cualidades masculinas predilectas, que incluyen priorizar el trabajo sobre la familia y los compromisos personales. Esto dificulta las cosas para las mujeres —que con frecuencia tienen muchas responsabilidades de cuidado— para sobresalir dentro de la comunidad académica. Por ello, las mujeres suelen compensar la tensión de sus tiempos disminuyendo el que dedican a su trabajo de investigación, la actividad más importante para lograr notoriedad como investigadoras, y más bien priorizan dedicarse a la enseñanza y a las responsabilidades administrativas. Así, hace gran falta una mayor integración entre la familia y la vida profesional para que las mujeres alcancen el éxito.

En esta línea, Balarin recomienda crear espacios para que las mujeres miembros de think tanks se organicen, tales como el Grupo Sofía. Debido a que se trata de organizaciones fuera de sus espacios laborales, estas iniciativas son una oportunidad para que las mujeres identifiquen y discutan las barreras y desafíos, institucionalizados y sutiles, sin generar una dinámica acusatoria. Estas iniciativas pueden ayudar a entender que tipo de dinámica de género podría estar ocurriendo en sus organizaciones, a mantener redes sólidas y a no perder confianza en su trabajo, algo que algunos alegan como un factor importante para el desarrollo de las mujeres en sus lugares de trabajo.

Por otro lado, anota, la investigación sobre el tema ayuda a crear consensos mientras que intenta añadir diferentes experiencias, tal como el estudio mencionado antes. Ello es importante para construir un base hacia la incidencia política dentro de diversas comunidades de think tanks, regionales o temáticas.

Finalmente, nuestra investigadora asociada argumenta que una práctica clave para las mujeres miembros de think tanks o para las organizaciones que aspiran a evaluar dinámicas de género en sus instituciones y a trabajar en pro de una mayor equidad de género, es promover nociones alternativas del trabajador ideal. El estudio de Balarin aborda el modelo habitual del trabajador ideal basado en supuestos de trabajadores como individuos apoyados por cuidadoras ubicadas dentro de sus hogares, de tal manera que estos puedan dedicar su tiempo y esfuerzos a sus actividades profesionales. Esta es la regla del hombre/mujer proveedor(a) que Priyanthi Fernando describe en un post sobre la generización de los trabajadores, un paradigma que ha sido criticado y desarmado por la economía feminista. Balarin enfatiza en la importancia de promover nuevos modelos de trabajadores “integrados”, comprometidos con responsabilidades tanto profesionales como de cuidado, como un aspecto fundamental para superar las diversas barreras de género. Idealmente, valorar un modelo de un trabajador “integrado” debería ser válido o deseable tanto para mujeres como para hombres y podría conducir a una gran transformación de las relaciones de género dentro de sus espacios laborales.

*Sobre la base del post Women in Think Tanks in Peru: Conversations with Cynthia Sanborn and María Balarín, publicado por Meghan Froehner en el blog On Think Tanks, como parte de la serie Women in Think Tanks.